Bustablado y Duña, son dos pueblos muy próximos entre sí y con unas características similares en cuanto a asentamiento en el medio natural y territorial del municipio. Gozan de cierta condición de excepcionalidad, debido a su ubicación en una zona alta del territorio, frente a la implantación en las vegas del resto de los núcleos urbanos del municipio. Su enclave en una zona medio forestal, también les proporciona una idiosincrasia propia. Son núcleos tradicionales, únicos en todo el municipio, de menor población y más alejados de la villa.
En Bustablado las edificaciones de arquitectura montañesa se encuentran dispuestas a ambos lados de la calle principal que atraviesa el núcleo, algunas son adosadas y otras aisladas. En la tipología edificatoria priman las casas unifamiliares, apareciendo otras construcciones no dedicadas a viviendas, algunas adosadas, como cuadras. Los espacios no edificados están dedicados a plazas y huertas. Duña presenta una estructura “redonda”, con un centro más definido y un orden centrífugo.
Destacan por su arquitectura tradicional las edificaciones construidas entre los siglos XVI y XVIII. Encontramos alguna casona solariega construida por familias que podían permitirse contratar a artesanos especializados, pero que mantenían una actividad agraria, aunque en la mayoría de los casos, lo que nos encontramos son casas labriegas más humildes y de menor calidad, aunque no por ello menos interesantes.
Bustablado aparece en el Catastro del Marqués de la Ensenada como una población de realengo dependiente de la abadía de Santillana del Mar. En el Diccionario Estadístico-Geográfico-Histórico de Pascual Madoz (1845-1850) se menciona la Iglesia parroquial de Santa Eulalia.
Para los ratos libres, Bustablado dispone de biblioteca y telecentro, un local de hostelería y la bolera Santa Eulalia, descubierta y con iluminación, en la que principalmente se practica la modalidad de bolo palma. La Peña Bolística de Bustablado participa en ligas regionales y competiciones en diferentes categorías.
Duña tiene una dotación deportiva muy bien integrada tanto en la propia estructura del barrio como en su entorno. El complejo está compuesto por una bolera de bolo palma, una pista polideportiva descubierta, un parque infantil y un edificio para vestuarios. En septiembre se celebra un Concurso de Bolos para aficionados, veteranos y menores.
A unos 300 m al sur de Duña, por el camino que conduce a la Ermita de San Roque, se encuentra el despoblado de Doñuca, restos de una edificación derrumbada, que según la tradición oral, es donde estuvo el primer emplazamiento poblacional. La piedra de los muros de las construcciones originales fue empleada en los muros de cierre de las parcelas de este paraje.
Cabe destacar la singularidad de la explotación minera Duña-Udias, vestigio de la actividad minera de finales del siglo XIX y principios del XX. Se conservan restos del ferrocarril aéreo que conectaba la mina con la línea de ferrocarril en el Embarcadero de Ontoria.
La festividad de San Roque tiene lugar el día 16 de agosto. En esta jornada se organiza la llamada Rueda de San Roque, una comida en honor del santo que se ofrece a los peregrinos que acuden a visitarlo. El plato consiste en un guiso de carne de vaca, con garbanzos y chirivías sazonado con azafrán y sal. Su origen también se remonta a una promesa hecha hace varios siglos durante una epidemia de peste.
Además ofrece impresionantes vistas: al sur, todo el fondo del valle de Cabezón de la Sal, Sierra del Escudo de Cabuérniga, varias de las principales cimas del Cordillera cántabra como Peña Labra y Peña Sagra; al oeste las masas calizas de los Picos de Europa; y al este el Monte Dobra, del valle de Besaya con su inconfundible imagen de una teta.
Por esta razón tanto a Bustablado como a Duña se les puede considerar como El Balcón del valle.
Actividad agrícola
Se trata de una región del municipio de arraigadas costumbres, vinculadas a la actividad agrícola, a la actividad ganadera y pastoril, y al aprovechamiento y uso de los recursos naturales disponibles en la zona.
La actividad agrícola que tradicionalmente se ha venido realizando en este territorio, siempre ha estado dominada por la necesidad de obtener forrajes para alimentar al ganado durante los meses en los que éste no podía pastar o bien en los que el pasto era insuficiente para el mantenimiento de las cabañas ganaderas. Así mismo, también se cultivaban hortalizas, legumbres, cereales y demás productos para el autoconsumo y el comercio, aunque estos ocupaban una posición secundaria respecto a los primeros.
El mantenimiento de la actividad ganadera tradicional es, a día de hoy, determinante para la pervivencia, tanto de las aldeas y de los pueblos como de sus habitantes, jugando al mismo tiempo, un papel vital en la conservación y en el mantenimiento del paisaje y de los ecosistemas que componen el territorio.